Sauri Bazán Oscar

OSCAR SAURI BAZÁN.
1958


Nació en Cansahcab, Yucatán, es Licenciado en Derecho por la Universidad Autónoma de Yucatán en 1987. En sus años de juventud participó en política estudiantil. Fue militante del Partido Comunista Mexicano, del Partido Socialista Unificado de México, del Partido Mexicano Socialista y del Partido de la Revolución Democrática.
En varias ocasiones fue candidato a puestos de elección popular. Se desempeñó como coordinador estatal de Bibliotecas Públicas Municipales de 1985 a 1987. Asimismo ha sido director del Centro Cultural Obrero y Delegado Estatal de la Confederación Nacional de Artistas en Yucatán. Fungió como Director de Literatura del Instituto de Cultura de Yucatán y Secretario del Centro Yucateco de Escritores.
Se desempeñó como catedrático en diversas preparatorias. Recibió el Premio Estatal de Poesía Clemente López Trujillo en 1996. Es autor de las obras Poética (1992), Otras lluvias (2000) y Erótica (2000). Textos suyos aparecen en las antologías Los convidados y La voz ante el espejo (1995).
Fue colaborador del Diario de Yucatán y del suplemento literario El juglar del Diario del Sureste así como coordinó la revista cultural Camino Blanco del ICY.
También se le reconoce como actor y poeta. Ha publicado una plaqueta de poesía en la colección La hoja murmurante, editada por la editorial La Tinta del Alcatraz, del Edo. De México.
Es activista y ensayista político y promotor de los derechos humanos en su estado natal.




OTRAS LLUVIAS

Colección Premios Estatales de Literatura


Lluvia

La lluvia es un milagro disperso…
cuaja en espejos diminutos,
golpea la piel de los difuntos,
arremete en el cuerpo sudoroso
de los amantes que la beben.
Es elemento plural de la existencia,
esta existencia nuestra
que nos llena las venas de intemperie.
Es el momento húmedo del día…
cuaja en nuestras lágrimas,
incendia la alegría,
oprime la nostalgia,
nos llama a estar vivos
aunque nos muera el tiempo.
La lluvia
es el misterio hecho pedazos.



Los cuerpos

Van los cuerpos tranquilos a la tarde
como simples recuerdos.
Sueñan soles, estrellas,
buscan aires ocultos
entre sombras ardientes,
en los musgos amargos.

Son los cuerpos la clara conciencia
que padecen los hombres de este tiempo:
van a nombrar al mundo,
con sus pies, con sus manos,
estos cuerpos terribles
que se invaden exhaustos.



Lástima

Lástima que me dieron
un rosario de ideas incorrectas.
Me enseñaron a odiar al tirano
a no obedecer al que rompe la orquídea del mañana.
Lástima que me mostraron
a unos niños llorando en torno
de un comal sin leña y sin maíz
sin fuego, sin manos, sin pies
sin padre, sin madre.
Lástima de mí, de mis hijos
porque estamos tatuados
por esta mala idea de amar
por esta facilidad de anudar la garganta
ante la terquedad de saber de los pobres.
Lástima, que lástima
los altares han cambiado
la cruz está vacía
están levantando cada día
el cadalso mundial de más crucificados.



Silencio.

El silencio se esconde en las paredes.
Es un paisaje desmantelado
en las orejas de los sordos,
es el viejo decir de la memoria.
Silencio: bullicio, lluvia frágil,
imaginación del solitario habitante
de unos cuartos de hotel abandonados.
Y sin embargo, cuántos ruidos esconde,
cuántos gemidos que sucumben y besan,
cuántos estertores y tronar de huesos,
oxidaciones de semen, sudor y sangre;
palpitaciones de vino en el corazón
de los convidados a la fiesta de la carne,
fiesta de la vida, la vendimia del sexo
(la convocatoria de un Dios que olvidó su llamado
y se asusta de tanto silencio
hecho ruido de seres que se aman, crecen y multiplican su imagen).
Silencio paisaje, silencio paisano
y compañero, díctame tus sabores y tus ritmos,
déjame que respire tus aromas,
suena las melodías de ranas y peces
que te pueblan en la selva, en el mar.
Yo nací para dar testimonio de tus obras.


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… “pero la melancolía que asoma en los temas de Sauri Bazán no es aquella de signo pasivo, humanamente estéril, flor de retórica. El poeta no suspira, cansino, ante las afrentas del destino: se yergue, memorioso, y levanta una a una las capas de musgo para acariciar el primitivo nivel de pureza de la especie, el edénico espacio con que sueñan todos los creadores.
El otro es el rincón de la rebeldía. El poeta golpea las palabras y no permite que se acantonen en ellas los hechizos del disimulo o los oropeles de la condescendencia. Ejerce el peligroso, irresistible arte de no callar el sentido real de los vocablos que la costumbre —crédula mayordomía— ha congelado. La voz despierta y ya no calla porque ‘grita el dolor de los hombres’.
… el lector avisado reconocerá que Sauri Baeza, en busca de su propia parcela, ha recolectado frutos de Pellicer y Neruda. El paisaje de ambos se percibe detallista, sensual, comprometido en muchos apaederos del poemario, tales como La verdad, Insomnio, Tortilla y Lenguas. Otro maestro ¿y de quién no? es Octavio Paz. Su quemante versificación se fracciona en ejemplaridades que Oscar no se atreve a desdeñar y humildemente asume.
…Sauri no permite la lectura plácida, morosa e indiferente. Su voz es de las que despiertan, empapan y alimentan”.

Citas sustraídas del Prólogo de “Otras Lluvias” escrito por
Jorge H. Álvarez Rendón.